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2022-10-16 23:50:44 By : Ms. Lena Ma

Cortesía de la doctora Katerina Kurteeva

Este artículo se basa en una conversación con la doctora Katerina Kurteeva. Ha sido editado por razones de extensión y claridad.

Ese día fue un lunes frenético en la clínica por las numerosas emergencias que habían surgido durante el fin de semana, al margen de las citas rutinarias habituales. Hacia el final del día, vino una paciente de unos 70 años que usaba lentillas diarias y dijo que sentía que tenía algo en el ojo que no se podía sacar.

Pedimos a las personas mayores que vengan como mínimo una vez al año para realizarse un chequeo, pero esta mujer se había saltado todas las citas y no había ido a revisarse la vista desde hacía dos años. Aunque decía tener la visión borrosa, lo que más la molestaba era el dolor en los ojos.

Mi mente estudió las diferentes posibilidades de lo que le podía estar sucediendo: quizás era un trocito de lentilla, un rasguño en la córnea, una infección, una pestaña o incluso restos de maquillaje. Solo lo sabría con certeza al examinarla.

Para empezar, usé un anestésico y fluoresceína(un tinte de color amarillo) para identificar cualquier rasguño o cuerpo extraño dentro del ojo de la paciente. 

No pude ver nada en la córnea en el examen inicial, así que procedí a tirar manualmente de los párpados inferior y superior para ver si había algo en el fórnix superior o inferior. Estas son las esquinas profundas del ojo, como pequeños bolsillos del párpado, donde a veces puede quedarse algún objeto extraño atrapado. 

Sin embargo, no pude ver demasiado más allá de un poco de mucosidad, lo que podría ser una respuesta natural a la irritación. 

Para continuar con mi investigación, utilicé un instrumento llamado espéculo palpebral que mantendría el párpado superior y el inferior abiertos al mismo tiempo durante un período de tiempo más largo, de modo que pudiera usar mis manos libremente para averiguar qué estaba pasando.

Cuando le pedí que mirara hacia abajo, pude ver los bordes de un par de lentillas pegadas entre sí. Al sacarlas, sentí que aún había más y le pedí a mi asistente que cogiera mi móvil para grabar la intervención.

Al pedirle a la paciente que volviera a mirar hacia abajo, pude ver una enorme mancha de lentes de contacto de color púrpura oscuro pegada a su ojo. Suavemente, comencé a usar un bastoncillo de algodón para separar las lentillas una por una.

Las lentillas salieron en cadena, cayendo por su párpado. Había muchísimas lentes de contacto; pensé que este podría ser mi momento de récord mundial en el Libro Guinness.

En casi 20 años ejerciendo como médica, nunca había visto algo así.

La paciente tampoco podía creerlo y me preguntó si estaba segura del número que estaba contando.

Después de quitar la lentilla más grande, recuperamos algunas más de las esquinas, le enjuagamos cuidadosamente el ojo con agua destilada estéril, le quitamos parte de la mucosidad y la enviamos a casa con gotas antiinflamatorias. Dijo que ya se sentía mucho mejor. 

Inventan unas lentillas que podrían detectar el cáncer a través de las lágrimas

Coloqué las lentillas en un pañuelo de papel, las separé con unas pinzas de punta fina y conté 23 lentes de contacto. Algunas eran amarillas y otras azul claro, porque aunque el color natural de las lentes de contacto es azul claro, el tinte que le puse en los ojos para examinarlas había coloreado algunas de ellas de amarillo. 

Publiqué el video del examen y se volvió viral de inmediato. Oftalmólogos de América del Sur, México y Europa han utilizado el vídeo para educar a la gente sobre la necesidad de quitarse las lentes de contacto diarias cada noche. Son lentillas ligeras y endebles y no deben utilizarse durante más de 24 horas.  

Esta paciente fue muy afortunada: podría haber perdido la visión, haberse raspado la córnea o contraer una infección. Le supliqué que no volviera a usar lentes de contacto y que le diera un descanso a sus ojos, pero ella volvió a usarlas. La vi un mes después del examen y estaba muy bien, sintiéndose mucho más cómoda y viendo con claridad.

Aunque no puedo estar segura de cómo se las arregló para olvidarse de quitarse esa inmensa cantidad de lentillas, tal vez pudo ser porque las llevaba usando 30 años. 

Cuando una persona usa lentes de contacto durante un largo período de tiempo, puede provocar la desensibilización de las terminaciones nerviosas de la córnea. De esta manera, la paciente habría dejado de sentir con tanta nitidez las 23 lentillas atrapadas en sus ojos.

Otro de los motivos podría haber sido su edad. El fórnix del párpado de las personas mayores, el espacio menos sensible, es mucho más profundo, y las lentes de contacto simplemente podrían haberse quedado allí durante un tiempo sin molestar. 

Me siento muy afortunada de haber capturado este problema en vídeo para recordarle a la gente que se quite las lentes de contacto todas las noches. Fue un final feliz, pero podría haber sido muy diferente.

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