Gregorio Belinchón - twitter

2022-10-17 20:03:00 By : Ms. Ivy Ning

Al final, la broma eterna de Bill Murray (Wilmette, Illinois, 72 años) ha dejado de tener gracia. El cómico estadounidense, uno de los más famosos gracias a títulos como Los cazafantasmas, Atrapado en el tiempo y sus colaboraciones con Wes Anderson, ha sufrido la semana pasada una oleada de quejas de excompañeros de rodajes que han coincidido con la publicación de su acuerdo con una asistente a la que acosó en el rodaje de su última película, Being Mortal, cuya producción se detuvo en abril mientras se estudiaba la denuncia por ese comportamiento inapropiado del actor.

El parón llegó el 15 de abril, cuando una trabajadora (se mantiene su anonimato) denunció ese mismo día los tocamientos de Murray ante la productora del filme, Searchlight Pictures, actual filial de Disney. Tras investigarse a la semana siguiente los hechos, la empresa envió una carta a todos los miembros del equipo, que se cerraba así: “Después de revisar las circunstancias, se ha decidido que en este momento la producción no puede continuar”. En Page Six, un testigo de los hechos narraba: “Puso un brazo alrededor de una mujer, le tocó el cabello, le tiró de la cola de caballo, pero siempre de una manera cómica. Es una fina línea y todo el mundo quiere a Bill, pero, aunque su conducta no sea ilegal, algunas mujeres se sintieron incómodas y él cruzó la línea”. En mayo, en una entrevista en la NBC, Murray se defendió: “Hubo una diferencia de opiniones con una mujer con la que estaba trabajando. Hice algo que yo consideraba gracioso y no se entendió así [...]. El mundo es muy distinto a cómo era cuando yo era un niño. Ya sabes, lo que antes parecía divertido no tiene por qué resultar gracioso ahora. Las cosas cambian, así que es importante para mí aprender”. Cierto, Murray sigue comportándose como hace medio siglo, de chiste en chiste, hasta en el aspecto profesional: no tiene ni agente ni asistente, y para contactar con él o contratarle solo se puede acceder al actor a través del contestador automático de su teléfono fijo.

La web Puck desveló el pasado lunes 10 que Murray había pagado 100.000 dólares a una asistente de producción del equipo de Being Mortal, “mucho más joven” que él, en un acuerdo extrajudicial tras haberla intentado besar y ponerse a horcajadas sobre ella. El medio cita una fuente del rodaje que describió a su compañera como “horrorizada” porque las acciones del actor “eran completamente sexuales”. En los mentideros de Hollywood muchos dan por cerrada esta producción. A Disney le sale más barato olvidar la película (estaba a mitad de su rodaje), que ya contaba con una carga previa añadida: estaba escrita, producida, dirigida y coprotagonizada por el cómico Aziz Ansari, que volvía a Hollywood tras haber sido acusado públicamente en 2018 de mala conducta sexual por una cita. Sin embargo, el sábado por la noche, la actriz Keke Palmer, compañera de reparto, insistió que todo estaba en el aire, que el “guion es oro”, aunque iba a necesitar una “reescritura gigantesca” por parte de Ansari para eliminar a Murray, y que ella volvería encantada al plató.

Durante décadas, Murray ha convertido su vida en una fuente constante de gracias, de apariciones por sorpresa en banquetes de bodas, en restaurantes de comida rápida o conduciendo a toda velocidad carritos de golf por la calle. También durante años, corrió por los platós la fama de su impuntualidad, y su carácter irascible y voluble. El mismo Dan Aykroyd solía calificarlo como The Murricane (traducible como “Huracán Murray”). Lo mismo ocurría en su día a día. Hasta que llegaron las redes sociales, y lo que era leyenda devino en vídeos y relatos en línea de anécdotas protagonizadas por el cómico: robaba patatas de una bolsa a un desconocido mientras esperaba a cruzar un semáforo; se presentaba por sorpresa en fiestas universitarias para fregar los platos, entregaba pizzas a domicilio, metía la mano en bolsillos de viandantes para regalar dinero, o era detenido por conducir un carrito de golf en Estocolmo de madrugada y sobrio… Y sus fans lo disfrutaban. Murray solía acompañar sus travesuras con un leit motiv recurrente: “Nadie te va a creer”. De todas esas andanzas levantaron acta Bill Murray: consejos para la vida, un documental dirigido en 2018 por Tommy Avallone con anécdotas protagonizadas por el actor, o el libro Cómo ser Bill Murray (2016), de Gavin Edwards, que explicaba que su objeto de estudio “nos enseña a vivir con actos y no con palabras”.

No todo era diversión. La semana pasada Lucy Liu recordó que durante el rodaje de Los ángeles de Charlie Murray le soltó un “¿Tú por qué estás aquí? No sabes actuar”, lo que provocó la explosión de la actriz; en aquella filmación el director McG aseguró que Murray apretó su frente contra la suya en una discusión, un gesto habitual del actor contra la gente con la que se pelea. En las memorias de Geena Davis, Dying of Politeness, publicadas el martes 11, la actriz ha dedicado varios párrafos a su mala experiencia con Murray en Con la poli en los talones. Durante el rodaje, Murray insistió en darle un masaje en la espalda con una máquina; al final, Davis cedió, tras rechazar el ofrecimiento numerosas veces, para no montar una escena, lo que no evitó además que él siguiera gritándole habitualmente durante la filmación ante 300 personas. Posteriormente, en la promoción en televisión de la comedia, Davis también lo pasó mal cuando Murray quiso bajarle los tirantes de su vestido en directo en el programa de Arsenio Hall.

Murray empezó su carrera cómica en The Second City en Chicago, compañía teatral famosa por sus delirantes improvisaciones, cuna de su sentido del humor. Tras irse a hacer radio a Nueva York con John Belushi, otro de sus compañeros de la troupe, en 1977 se incorporó al mítico programa Saturday Night Live (SNL). A este reverenciado espacio ha vuelto, después de que lo abandonara en 1980, en numerosas ocasiones. El jueves 13 Rob Schneider, miembro de SNL décadas más tarde, aseguró en un programa de radio que cada vez que Murray regresaba como invitado a SNL, se palpaba la tensión. “Literalmente, nos odiaba”, contó Schneider en The Jim Norton & Sam Roberts Show. No hay explicación “lógica a este odio a los integrantes del programa”, que según Schneider tenía dos destinatarios principales: Chris Farley y Adam Sandler. En esa entrega semanal cómica de la NBC Murray coincidió con Seth Green cuando este tenía nueve años y el actor de Lost in Translation superaba la treintena. Green nunca había hablado de su incidente con Murray hasta este pasado jueves. En el programa en línea Good Mythical Morning recordó cómo en un camerino común, mientras veían en una pantalla el resto de las actuaciones, Green se sentó en el brazo de un sofá de varias plazas y Murray le recriminó que estuviera allí, ya que era su sofá. La madre de Green intentó mediar, el niño rechazó moverse “porque el sofá era larguísimo” y Murray le cogió de los tobillos, le volteó, le llevó a un cubo de basura al grito de “la basura a su cubo” y allí lo soltó para pavor del crío.

Algunos de estos hechos ya se conocían, otros se sumaban a una amplia colección precedente de extraños incidentes. En el rodaje de ¿Qué pasa con Bob? Richard Dreyfuss le propuso cambiar unos diálogos y Murray apretó su frente contra la de su compañero mientras le gritaba: “Todo el mundo te odia”. A continuación le arrojó un cenicero de cristal e intentó darle un puñetazo. El rodaje se acabó gracias a la presencia constante de un guardaespaldas en el plató para frenar a Murray. Después de media docena de colaboraciones, la productora de ¿Qué pasa con Bob?, Laura Ziskin, decidió no volver a trabajar nunca más con él cuando la lanzó a un lago durante una discusión y le rompió las gafas de sol.

En su momento, también fue muy comentado su enfrentamiento con Chevy Chase cuando este volvió a SNL, aunque es cierto que la carrera de Chase se hundió en su cenit por culpa de su megalomanía. Más dolorosa fue su pelea con el actor y director Harold Ramis, uno de sus mejores amigos, durante la producción de Atrapado en el tiempo porque Murray deseaba darle un discurso existencial al guion y su autor prefería priorizar la comedia. Además, el cómico estaba en pleno proceso de divorcio y algunos días ni apareció en el rodaje; en otros, solo iba a montar bronca. “Bill era a veces irracional e inaccesible. Llegaba tarde constantemente y yo le hablaba como a mis hijos: ‘No tienes que tener rabietas para conseguir lo que quieres, solo di lo que quieres”, recordaba Ramis en 2004 en The New Yorker. Ya entonces, como ahora, Murray no tenía ni asistente. Desde producción, desesperados, le recomendaron contratar a un ayudante, y el actor fichó a una asistente sorda, que solo sabía el lenguaje de signos, sistema de comunicación que no conocían ni él ni nadie más en el rodaje. La amistad se quebró, y Murray nunca quiso volver a hablar con su compañero cazafantasmas, según la hija de Ramis. Hasta que un día en 2014, cuando Ramis ya estaba muy enfermo de cáncer y sin habla, a semanas de fallecer, Murray apareció en su casa a reconciliarse.

¿Qué le queda a Murray como asidero profesional? La lealtad de sus amigos. Además de varios títulos indies y apariciones en los reboots de Cazafantasmas, en los últimos lustros los trabajos del cómico han venido de la mano de tres directores muy cercanos a él: Sofia Coppola, Jim Jarmusch y Wes Anderson. Especialmente en la filmografía de este último: desde su segundo largometraje, Academia Rushmore (1998), el actor siempre ha aparecido en los filmes de Anderson hasta su pasado rodaje español, Asteroid City. Y no se debió a desavenencias: en el guion había un personaje para el cómico, y llegó a alojarse en el parador de la ciudad madrileña de Chinchón. Sin embargo, Murray dio positivo en un test de covid y tuvo que abandonar la producción. Más allá, en el universo Marvel hay anunciada una pequeña aparición de Murray —sin explicitar— en Ant-Man and the Wasp: Quantumania, que llegará a los cines en febrero de 2023, y que aún está en posproducción. Ya no hay más planes en el futuro interpretativo de un actor al que parecen haber atropellado los desmanes del pasado.

Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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